El punk siempre ha sido una fiesta que no pide permiso. Una celebración del caos, de la rebeldía, de lo imperfecto. Y si hay una banda que encarna ese espíritu con humor, estilo y corazón, es The Adicts. Después de más de cuatro décadas de pintar sonrisas, romper rutinas y convertir cada escenario en un carnaval de energía, los británicos se despiden definitivamente de los escenarios.
Su última parada en México será el próximo 10 de octubre de 2025, en el Foro Velódromo de la Ciudad de México, y promete ser una noche que quedará tatuada en la historia del punk nacional.
Formados por Monkey, Pete Dee, Kid Dee, Kiki y Highko, The Adicts fueron siempre más que una banda: fueron un espectáculo visual, una caricatura viva del caos británico con guiños teatrales y una estética que parecía sacada de A Clockwork Orange. Pero detrás del maquillaje, las sombrillas y la brillantina, había canciones que hablaban de lo que realmente importa: resistir, reírse del sistema y seguir bailando aunque el mundo se esté cayendo a pedazos.
Los que los vieron en 2019 —en Querétaro, Guadalajara, Monterrey o el Estado de México— saben que su energía en vivo no tiene comparación. Y para quienes no han tenido esa suerte, esta será la última oportunidad de sentir esa descarga. Temas como “Viva la Revolution”, “You’ll Never Walk Alone” o “Joker in the Pack” no solo marcaron generaciones; se convirtieron en himnos de identidad y resistencia para miles de punks que encontraron en The Adicts un espacio de libertad sin filtros.
Más que un adiós, esta gira se siente como un homenaje a todo lo que el punk nos enseñó: que la revolución también puede ser alegre, que la anarquía puede tener ritmo, y que nunca hay que perder la sonrisa, ni siquiera al final.
Y si el punk te corre por las venas —o simplemente alguna vez gritaste “Viva la Revolution!” en un bar sudoroso— sabes que no puedes faltar. El 10 de octubre, el Velódromo se convertirá en el último escenario donde The Adicts volverán a levantar su copa al caos. Un cierre digno de una banda que nunca se tomó demasiado en serio… salvo cuando se trataba de hacernos sentir vivos.
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